Sostiene Pereira…

No se descubre nada hablando de esta maravillosa novela corta de Antonio Tabucchi, pero siempre es buen momento para volver a ella; releyéndola o pensando en su historia y sus personajes.

Sostiene Pereira nos transporta al veinticinco de julio de mil novecientos treinta y ocho, a una Lisboa que refulgía en el azul de la brisa atlántica.

Estamos en pleno régimen del dictador Salazar, y seguimos los pasos de Pereira, un periodista viudo y con problemas de corazón, encargado de la sección cultural de un modesto periódico.

Un día, su anodina y plácida vida, se verá sacudida al conocer a unos interesantes jóvenes con ideas revolucionarias.

La novela te atrapa con su ritmo pausado, con la canícula estival inundándolo todo. Deseas volver a Lisboa, visitar sus barrios, subirte a los tranvías, recorrer la calle de la Saudade, en Alfama, donde vive el protagonista; o la Praça da Alegria, o fijarte en el número sesenta y seis de la Rua Rodrigo da Fonseca, donde trabaja Pereira.

¿A quién no le apetece sentarse en el Café Orquídea a probar la omelette a las finas hierbas, que es prácticamente lo único que come Pereira?

La novela te permite soñar con que no todo está perdido, que siempre habrá gente digna que arriesgará todo por unos ideales, que saldrá de su zona de confort para ayudar a los más oprimidos. O que nunca se está de vuelta de todo, que la vejez y la juventud se necesitan y se complementan; y que los amores pueden mantenerse tras la muerte.

Una auténtica maravilla.

Venga, es verano, hace calor; conseguid esta novela y dejaros mecer por las palabras de Tabucchi: «Sostiene Pereira…»

¡Hasta pronto!

Instantes de un año

Un lugar, un paisaje muta muchas veces a lo largo de los meses y las estaciones. Ahí suele residir su encanto.

Cambian los cielos,  la luz que se filtra, la dirección de las brisas, la gente que va y viene. Los árboles, las plantas nos regalan diferentes estampas.

En nuestra playa de Benicàssim, además, se perciben variaciones en el ritmo de las mareas, la temperatura de la arena, el color de las aguas…

Un mismo lugar, muchos paisajes diferentes.

¡Hasta pronto!

5 películas de 2018 para recordar

  • COLD WAR

Empezamos con la que posiblemente fue la mejor película del año. La última creación del director polaco Paweł Pawlikowski, tuvo el aval del premio a la mejor dirección del último Festival de Cannes.

Cold War cuenta la apasionada historia de amor, surgida en la Polonia de la posguerra, entre el pianista y culto Wiktor (Tomasz Kot) y una desesperada chica de pueblo y pasado problemático, Zula (Joanna Kulig).

Contada a través de retazos de la vida de los protagonistas, asistimos al peculiar desarrollo de la relación: un tobogán de encuentros y desencuentros a lo largo de los años 50, a través de Polonia, pero también Berlín, París o Yugoslavia. Todo contado con clasicismo y unas imágenes bellísimas.

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Pawlikowski vuelve a recurrir a un precioso blanco y negro, al igual que sucedía en su anterior película, Ida (2013), aquella tremenda historia de una novicia a la búsqueda de su pasado familiar, y que ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

El resultado final es una película increíblemente hermosa, una obra extraordinaria donde cada escena, cada plano, cada instante de esta historia, es una pequeña obra de arte.

¡Cómo no quedar conmovido por la pasión, la belleza y la tristeza de la que hemos sido testigos, tras uno de los desenlaces más hermosos, románticos y trágicos que podemos recordar!

  • EL REINO

El director Rodrigo Sorogoyen, tras la inquietante Stockholm (2013) y el trepidante policiaco Que dios nos perdone (2016), y nuevamente junto a su guionista de confianza, Isabel Peña; da un paso adelante en su filmografía y se embarca en una demoledora radiografía de la podredumbre del sistema en el que vivimos.

La trama está a la orden del día: Manuel López Vidal es un político autonómico de la Comunidad Valenciana con aspiraciones nacionales que, tras destaparse un proceso judicial por corrupción en su contra, ve cómo su carrera y su vida desaparecen bajo sus pies. Los espectadores seremos testigos de su desesperado intento de agarrarse a su puesto, aún a costa de tirar de la manta.

La película es un paseo, primero de forma pausada, por ese reino ilusorio y perecedero donde los corruptos se creen los amos y hacen y deshacen según su capricho, y el resto de los mortales pagamos la fiesta. Es en la segunda parte cuando Sorogoyen saca a a relucir ese ritmo vertiginoso que le ha hecho famoso:  una pesadilla enfebrecida de persecuciones y amenazas, mientras la cámara persigue cada vez más enajenada y cerrada a nuestro protagonista en su huida a ninguna parte.

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Antonio La Torre, nuevamente sobresaliente y ya hemos perdido la cuenta, encabeza un reparto extraordinario que funciona al milímetro, potenciado por unos diálogos eléctricos, en medio de la desasosegante banda sonora del colaborador habitual, Olivier Arso.

El resultado final es impecable, una gran película, una necesaria y dura crítica al sistema que usa de forma magistral los códigos y los tiempos del suspense, y que sólo tiene un momento de balbuceo en el panfletario monólogo final.

  • TODOS LO SABEN

Todos lo saben es la última obra de uno de los mejores cineastas de la actualidad: el iraní Asghar Farhadi, ganador de dos premios Oscar por películas fundamentales de este comienzo de siglo como son Nader y Simin, una separación (2011) y El cliente (2017).

En esta ocasión ha dejado su tierra natal para rodar en el extranjero, en concreto en España, al igual que hizo anteriormente en Francia con la apasionante y terrible El pasado (2013).

Todos lo saben comienza con una celebración familiar, una boda, en un pueblo castellano, donde se produce el reencuentro con una hermana de la novia que emigró a Argentina. La fiesta se interrumpe brutalmente al constatarse que la hija de la emigrada ha desaparecido. La han secuestrado y resulta evidente que los autores pertenecen al entorno más cercano.

La película vira bruscamente, y deja atrás el jolgorio y la alegría inicial, para conducirnos a una pesadilla de dudas y sufrimiento, sospechas de culpabilidad y recuerdos de un pasado donde ocurrieron cosas trascendentes que marcaron para siempre a la comunidad.

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Farhadi ha reclutado a lo mejorcito del cine español: Javier Bardem, Eduard Fernández, Bárbara Lennie, Penélope Cruz, Inma Cuesta…con el añadido estelar de Ricardo Darín. Actores magníficos al servicio de la gran sensibilidad de este director, que dotan a la película de una naturalidad y credibilidad insuperable.

Misterio, sentimientos al límite, recovecos del alma humana y un clima de angustia que nos envuelve hasta el final del film. Los rasgos característicos del cine de este formidable director que nunca defrauda.

  • DOGMAN

Se trata del último film de Matteo Garrone, el director italiano reconocido mundialmente por su obra Gomorra (2008).

La historia se desarrolla en los suburbios de Roma, donde seguimos los pasos a un humilde cuidador de perros; un hombre torpe y débil que ha encontrado su lugar en el mundo, pero que va a tener que tratar con un descontrolado y agresivo delincuente que intenta avasallarlo.

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Marcello Fonte es el actor encargado de poner cara y físico a nuestro protagonista, y lo hace de forma sobresaliente creando uno de los personajes más importantes de los últimos años. Su mirada desamparada, su físico enclenque y su mirada tragicómica, inevitablemente, se quedarán en nuestro recuerdo. Su actuación recibió los máximos galardones de interpretación en el Festival de Cannes y en los premios del Cine Europeo.

El director ha conseguido mezclar con acierto el neorrealismo italiano con el lenguaje simbólico de los cuentos tradicionales, creando una obra que parece pequeña y simple pero que se convierte en universal.

Atención también a la preciosa fotografía de Nicolai Brüel.

  • THE GUILTY

Estamos ante  la ópera prima del director danés, que también firma el guion, Gustav Möller.

Se trata de The guilty, un original, claustrofóbico y absorbente thriller que se llevó el premio del público en la última edición del Festival de Sundance.

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El metraje apenas llega a los 85 minutos y la historia resulta, de entrada, sencilla y sugerente: un oficial de policía ha sido relegado a operador del servicio de emergencias. Durante su rutina nocturna recibe una misteriosa llamada de una mujer. Su intuición y experiencia le llevan a pensar que se trata de un secuestro encubierto. A partir de este momento comenzará la búsqueda a distancia de la víctima, mientras que el propio policía tendrá que enfrentarse, al mismo tiempo, a sus propios demonios.

La originalidad de la propuesta radica en que prácticamente la cámara apenas se separa de nuestro protagonista, un Jakob Cedergren portentoso, en ocasiones reducido a un rostro cuya expresividad traspasa la pantalla (suspiros, cambios de expresión, de mirada…). En este sentido la película se entronca con otras películas recientes como Buried (2010) o Locke (2014).

Es el espectador al que nos toca imaginarnos aquello que no vemos pero escuchamos o creemos escuchar. The guilty demuestra que en ocasiones menos puede ser más y que unos mimbres sencillos, sin apenas parafernalia, pueden mantenernos sin parpadear toda la película.

El director ha conseguido una trama inteligente, de una intensidad milimetrada y un progresivo suspense, ayudado por un montaje que no decae en ningún momento y un trabajo de edición sonoro maravilloso; dejando para el final una sorpresa completamente inesperada, que nos deja con un nudo en el estómago.

¡Nos vemos en el cine!

Torres vigías

Desde la caída de Constantinopla ante los turcos, a finales del siglo XV, y durante los siglos siguientes, el Mediterráneo se convirtió en un mar peligroso. Eran aguas incontroladas, donde los piratas berberiscos campaban a sus anchas, abordando barcos o realizando razias por las costas italianas, portuguesas y sobre todo españolas.

Desde sus bases en el norte de África, principalmente en Túnez y la isla de Yerba, musulmanes y no musulmanes, preparaban sus ataques en busca de botín o secuestros para el mercado de esclavos.

El problema fue tan importante que algunas poblaciones se desplazaron al interior, buscando lugares más seguros, y por otro lado la corona española decidió la construcción de toda una serie de construcciones militares de corte defensivo a lo largo de toda la costa mediterránea.

De algunas ya hablamos en Un lugar para alejarse de todo, en el Cabo de Gata en Almería, pero otras las podemos disfrutar mucho más cerca.

En primera línea de costa son famosas la Torre de Sant Vicent en Benicàssim o la Torre del Rey en Oropesa, o incluso, desde la apertura de la Vía Verde entre ambas localidades, las Torres de la Corda y La Colomera.

Pero en esta ocasión queremos mostrar otras fortificaciones, menos conocidas, y con la particularidad de estar situadas más hacia el interior, diseminadas por el término municipal de Cabanes y cerca de la pedanía de la Ribera.

Podemos realizar la ruta en coche, en bicicleta o incluso andando por carreteras secundarias entre campos y huertos de almendros y naranjos. Cualquier época del año es buena.

Un buen punto de partida puede ser la Venta Germán junto a la N-340. Un lugar interesante y auténtico para almorzar o comer el menú del día. Desde allí podemos dirigirnos en dirección Oeste siguiendo las señales existentes de la ruta de las torres.

Una vez salvada la autopista nos encontraremos de forma seguida las tres primeras torres. Primeramente, la elegante Torre del Carmelet:

 

No lejos, nos topamos con la Torre de los Gatos o de Falcó.

Al final de la carretera, bajo la colina donde se erigió el castell d’Albalat, hoy en ruinas entre un pinar, se encuentra la ermita d’Albalat, originaria del s.XIII y  posteriormente fortificada en el s.XV. Un edificación de aspecto poderoso, mitad iglesia mitad fortaleza.

 

Dos muestras más de este tipo de construcciones podemos encontrar en la zona, a pocos kilómetros. La primera, la Torre del Carmen o Mañez, aparece entre campos de naranjos justo al otro lado de la N-340 y nos recuerda bastante a la del Carmelet.

Y ya por último, en la costa, la afamada Torre la Sal, junto a la pedanía del mismo nombre y a la entrada Sur al Parc Natural del Prat de Cabanes-Torreblanca.

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Torre la Sal es un lugar especial, donde se conservan unos encantos ajenos al turismo de ladrillo de la ciudad de vacaciones que se encuentra a su espalda, y cuyo nombre casi rima con horror. Aquí todavía se pueden sentir esencias mediterráneas, en la vida pausada de este viejo poblado de pescadores.

Un lugar ideal para acabar nuestra ruta y quedarnos oteando al horizonte, intentando divisar alguna galera berberisca…

¡Hasta pronto!

Els Casals, puro terroir

El terroir es un término francés que describe todo el conjunto de características propias de un lugar: el paisaje, el clima, los tipos de suelos, la vegetación dominante…y que podemos encontrar como factor diferencial en cualquier producto salido de la tierra: aceite, vino, frutas, verduras…Nuestro término equivalente sería terruño, aunque a veces este término ha tenido un significado algo peyorativo.

Los franceses, a veces, hilan tan fino que les gusta diferenciar hasta las propiedades gustativas u olfativas de cada parcela, como sucede con el vino.

Els Casals es un restaurante de la comarca del Berguedà barcelonés, situado en una explotación agraria y ganadera, que representa como pocos ese sentimiento de enraizamiento con un lugar. Si te teletransportaran al comedor de este restaurante, podrías fácilmente saber cómo es el paisaje que te rodea, atendiendo a los platos que conforman sus menús. Un paisaje verde de colinas y pequeños bosques, riachuelos llenos de vida, campos de labranza y ganadería…una tierra de interior pero con un recuerdo constante de un mar Mediterráneo no tan lejano.

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Tanto la carta como los menús, repletos de recetas populares de Cataluña con toques de creatividad e innovación, varían en función de las estaciones, nutriéndose de productos de proximidad, de la propia granja o de otros pequeños productores de la zona, o provenientes del puerto de Palamós.

Su famosa sobrasada con panal de miel, setas de temporada, calabacín a la brasa con sepionet, canelón de pollo trufado, cap i pota con gamba, vaca vieja con encurtidos y mojama…son simplemente unos ejemplos de unos platos, sencillos en su realización, pero llenos de honestidad y de amor por la naturaleza y equilibrio con la tierra.

Una cuidada bodega, con interesantes vinos ecológicos, unos postres caseros deliciosos y un servicio cercano y amable, completan el alto nivel del conjunto.

Els Casals bien vale una desviación, en una comarca llena de encantos cercanos, como el macizo del Pedraforca, el puente medieval y la iglesia románica de Sant Quirze de Pedret o la antigua localidad de Bagá.

Animaros a conocer este rincón de Cataluña. No os defraudará en ningún sentido.

¡Hasta pronto!

 

Caminando entre Eslida y Chóvar

Ahora que los calores van amainando es tiempo nuevamente de ponerse las botas y salir al monte. Os proponemos desplazarnos a la cercana y llena de estímulos Serra d’Espadà para disfrutar de otra gran jornada.

En esta ocasión para realizar una caminata de unos 18km, por senderos y pistas, que conjugaremos con la visita a dos pueblos llenos de encanto como son Eslida y Chóvar, lugares históricos de la guerra civil, bosques de alcornoques, restos de antiguas minas y hasta una antigua nevera para el almacenamiento de nieve. Deporte, geografía, historia…éstas son las rutas que más nos gustan.

Ediciones Tossals posee un detallado mapa de la zona que puede sernos de mucha utilidad y que se puede consultar en la siguiente dirección:

http://www.eltossalcartografies.com/mapes/#14/39.8673/-0.3062

Al tratarse de una ruta circular podemos dejar el vehículo y empezar fácilmente por cualquiera de los dos pueblos mencionados. Nosotros elegimos Eslida, dejando Chóvar para comer, dado que se encuentra aproximadamente a mitad de camino.

Eslida (335 m de altitud) es un claro exponente de pueblo de origen morisco por sus casas encaladas y sus tortuosas calles adaptadas a la montaña.

 

Comenzamos la ruta siguiendo las marcas rojas y blancas correspondientes al GR33, que recorre prácticamente en toda su longitud la Serra d’Espadà. En el inicio marcharemos entre fértiles huertos de cítricos y hortalizas de la pequeña vega de Eslida,

Tras dejar atrás la Font de Matilde y la de Castro seguiremos por el antiguo camino de Alfondeguilla, mientras nos internamos en densos pinares y contemplamos los primeros ejemplares de alcornoques. El empedrado del sendero, para facilitar el paso de las caballerizas, nos habla de la importancia en el pasado del camino para la comunicación entre pueblos y para el transporte del corcho.

Tras una subida un poco más exigente nuestra primera meta es el Coll Roig (636 m), un importante cruce de senderos de pequeño y gran recorrido que comunica con otras poblaciones como Artana o Villavieja.  Desde allí abandonaremos el GR para coger el sendero de la derecha, el PR-CV-138, marcas blancas y amarillas, que nos permitirá seguir cogiendo altura por la Sierra. Las vistas de Eslida abajo y el pico de Penyagolosa al fondo son magníficas.

Tras un par de kilómetros volvemos a desembocar en una encrucijada, el Coll de la Maladeta (745 m). Si tomáramos la pista de la izquierda nos encaminaríamos al Castell del Castro, una antigua fortaleza de origen árabe en estado de abandono sobre unos grandes riscos, y más tarde a la localidad de Alfondeguilla.

En nuestro caso, seguimos recto por un empinado sendero que nos conduce a la antigua nevera del Castro, recientemente restaurada. Este tipo de construcción troncocónica, construida en roca de rodeno, servía para almacenar nieve compactada (hace décadas las nevadas eran más frecuentes por estos lares) que luego se bajaba a la costa para conservar alimentos o para el cuidado de los enfermos.

Las vistas hacia el Este desde este punto (833 m) son maravillosas: el Castell del Castro en primer término, la costa y el mar mediterráneo al fondo. Hasta las Islas Columbretes son fácilmente divisables los días claros.

Tras disfrutar del lugar comenzamos un largo descenso a Chóvar, siguiendo el sendero de pequeño recorrido antes mencionado, que en un primer momento continúa por una amplia pista. Pero al acercarnos al Barranco de Ajuez se torna sendero, que serpentea entre alcornoques, siempre en descenso entre formaciones rocosas que recuerdan los tubos de los órganos de las iglesias.

En la parte más profunda encontramos las abandonadas minas del Hembrar y Diana, minas donde se extraía cinabrio hasta mediados del siglo pasado. Quedan vagonetas ya oxidadas y un viejo montacargas como testigos mudos de la explotación mineral de estas sierras.

Continuando la ruta se suceden los alcornoques monumentales, los rincones mágicos, ajenos a todo, donde sientes en plenitud la Naturaleza.

El sendero desemboca finalmente junto un pequeño embalse a las afueras de Chóvar, pueblo famoso por su agua y donde vale la pena pasear por sus calles y reponer fuerzas comiendo en alguno de sus bares.

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Repuestos y descansados saldremos por la parte opuesta del pueblo, cruzaremos la carretera que se encamina al puerto de Eslida y  tomaremos la PR-CV-63.6. Nuevamente la marca blanca y amarilla será nuestra guía.

El camino se empina mientras vamos cogiendo altura y conquistamos las colinas que dominan Chóvar abajo y la línea de la Sierra Calderona más al sur.

Tras un tramo de pista, un cómodo sendero nos conducirá al collado de los Muertos (635m) nombre de funestos ecos que unido a las trincheras que aparecen un poco después, nos evocan la guerra civil, pues estos lugares fueron durante meses frente de la guerra.

Siguiendo la línea de trincheras que nos sirven para hacernos una idea del día a día de los soldados, llegamos al collado del Pinaret (688 m) y a la carretera que sobre la cresta de la sierra lleva hasta las antenas de la punta del Aljub.

Tomaremos, siguiendo siempre las marcas blancas y amarillas, un sendero que en un rápido descenso nos internará en el Barranco de Chóvar (nombre que puede dar a confusión, pues nos encontramos en la vertiente opuesta del pueblo), no sin antes asomarnos a la cueva de Blavet, otra antigua mina de la zona.

Y así caminando tranquilamente y disfrutando de bellos rincones nos toparemos, cuando menos nos lo esperemos, con Eslida, nuestro pueblo de salida y llegada.

Para poner un colofón a nuestra ruta nada mejor que acercarnos al bar Casa Paquita, parada obligatoria para ciclistas y senderistas. Famoso por sus almuerzos, su té de monte y sus carajillos. Su terraza es el mejor sitio para tomar una cerveza, mientras comentamos lo vivido durante la ruta y dejamos que el atardecer vaya inundando todo.

¡Hasta pronto!

 

Puertas de Aquitania

Aquitania, en el suroeste de Francia, es una región histórica llena de contrastes que pueden observarse en las puertas de sus casas:

 

Desde los puertos costeros del atlántico a las aldeas de los Pirineos….

Desde la elegante y encantadora Burdeos a los pueblos que parecen salidos de un cuento del Perigord…

Una tierra llena de secretos que te invita a descubrirlos.

¡Hasta pronto!

Pistas gastronómicas en Sevilla

La vitalista ciudad de Sevilla está llena de estímulos y encantos para el visitante: un casco histórico de calles empedradas y casas notables, pequeñas plazas llenas de colorido, edificios únicos mezcla de corrientes artísticas y culturales: los Reales Alcázares, la Catedral, la Casa de Pilatos o la Plaza de España; la alegría que transmite la gente, un río maravilloso como es el Guadalquivir…Y, además, una gastronomía llena de matices y no sólo centrada en las tapas.

Estas son unas pistas para disfrutar la ciudad desde los desayunos a  las cenas y a unos precios muy contenidos:

  • Desayunos salados.

Pringá, zurrapa o manteca colorá extendidos sobre tostadas de hogaza o molletes son una propuesta imbatible. La Bodega San José, en el Arenal, es un buen lugar para comenzar el día.

  • Tapas de toda la vida: Quintaesencias hispalenses. Solera y tradición. Templos de la cerveza.

EL RINCONCILLO (Desde 1670. La taberna más antigua de Sevilla)

Espinacas con garbanzos

Bacalao con tomate

Jamón de Jabugo

BODEGA SANTA CRUZ («LAS COLUMNAS», cerca de la Giralda)

Ensaladilla rusa

Tortillita de camarones

Buñuelos de bacalao

PALOMA BLANCA (en el Barrio de Triana)

Merluza a la roteña

Albóndigas de choco

Pisto con huevo

 

  • Tapas de autor: Pequeñas joyas de creatividad con las mejores materias primas. Buenos vinos por copas.

SAL GORDA (junto a la plaza de la Alfalfa)thumbnail-2

Steak tartar

Cono de ortiguillas

Canelón de ropa vieja

 

 

 

ESLAVA (junto a la plaza de S.Lorenzo)

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Caballa asada

Yema sobre bizcocho de boletus y trufa

Un cigarro para Becquer  (tiene algas y…)

Strudel de verduras

 

 

  • Locales modernos: Sitios que cuidan la decoración y el ambiente pero sin caer en el postureo. Buen servicio y una cocina abierta al mundo.

PERRO VIEJO (cerca de «las Setas», en la plaza de la Encarnación)

Gyozas de pollo japo mexicanas

Lágrimas de presa con mojo

Curry de bacalao y mejillones

Sardinas ahumadas con portobellos y parmigiano

 

LOBO LÓPEZ (En pleno centro, un patio andaluz moderno y cosmopolita)thumbnail-4

Kimuchi de pez mantequilla

Alitas glaseadas en rocoto

Ensaladilla de mango y curry

 

 

  • Un restaurante recomendable.

EL GALLINERO DE SANDRA (cerca de la Alameda de Hércules).

Tartar de moro negro (es un pescado de roca), manzana y aguacate.

Croquetas de mero.

Borriquete con crema de alcachofa de jerusalén (tupinambo; ni son alcachofas ni son de jerusalén, es un tubérculo muy aromático), judias de kenia y panceta.

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Mousse de limón con tocino de cielo y su crema. (Un soberbio trampantojo que imita un nido con huevo).

 

Hay que volver a Sevilla ¡Hasta pronto!

 

 

 

 

 

 

 

¿Por qué nos gusta tanto Cabañeros?

Porque es un lugar único en la península. Son 40.856 hectáreas situadas al noroeste de la provincia de Ciudad Real , acostadas junto a la vertiente Sur de los montes de Toledo, alejadas de todo y donde sientes plenamente la llamada de la Naturaleza.

Porque tiene una historia reciente muy curiosa. En los años ochenta el estado compró fincas para hacer un campo de tiro para el ejército lo que provocó una protesta de conservacionistas y un efecto boomerang: del uso militar, a parque natural y más tarde a parque nacional, la mayor figura de conservación medioambiental en España.

Por la amplia posibilidad de rutas para realizar senderismo, bien marcadas y de diferente duración: sendero del chorro de los Navalucillos, sendero de la Viñuela, sendero del Boquerón de Estena…

Porque su nombre evoca la dura vida de los carboneros y molineros que vivían en estas tierras refugiándose en primitivas cabañas de piedra, cuyos restos todavía se pueden encontrar diseminados por el campo.

Porque la riqueza paisajística es portentosa. Dentro del parque se distinguen dos zonas: las rañas: las vastas extensiones llanas que un día soportaron la explotación agrícola, y que hoy están salpicadas de encinas, quejigos y alcornoques, como una dehesa que se extiende hasta las estribaciones de las montañas, que conforman el otro espacio, donde los bosques de quejigos y rebollos conforman un espacio húmedo y mágico, muchas veces invadido por las brumas.

Por la facilidad de ver mamíferos como ciervos y venados, jabalíes o zorros; imponentes aves como los buitres negros o leonados, halcones, cernícalos o águilas como la singular águila imperial.

Porque las carreteras secundarias que rodean el parque están vivas. Coloreadas con los pigmentos de la naturaleza y el paso del tiempo, son rústicas, crece la hierba en sus medianas…y te conducen a lugares insospechados y maravillosos, como la CM-4157. Animaros y conducid por sus curvas entre bosques y barrancos.

La conservación del parque está muy cuidada. Hay lugares que sólo puedes ir acompañado por guías, que contagian su amor por la Naturaleza y sus conocimientos en zoología, botánica, geología…Te hacen fijar en los pequeños detalles, en cómo cambia el parque con las estaciones…seguro que acabarás siendo más sabio y valorarás otra vida alejada del ruido de las ciudades.

Son imprescindibles las respetuosas visitas guiadas en todoterreno; conviene reservar con antelación.

Por la tranquila vida de los pueblos que se abren al monte y donde las fragancias de las jaras, el espliego o el tomillo inundan las calles de esta humilde localidad.

Un ejemplo es Alcoba un pueblo auténtico, donde los bares sirven buenas tapas con la cerveza y puedes alojarte en la muy recomendable posada del Corralón de Cabañeros (https://www.posadadelcorralon.com/ ).

Para más información: http://www.visitacabaneros.es/index.php

¡Hasta pronto!

Un fin de semana en el interior de Alicante

Cuando se dejan los excesos turísticos de la costa alicantina y nos encaminamos al interior por carreteras secundarias, entre las agrestes montañas de la Marina Alta, se descubren unos valles que se erigen en reductos de naturaleza, tranquilidad y buena vida.

Son valles que todavía recuerdan su pasado árabe, donde los pequeños pueblos se abren a los campos, el ciclo de las estaciones sigue marcando el ritmo de las gentes y todavía se puede disfrutar del aroma de la lavanda, el canto de los pájaros y el vuelo de las mariposas.

A continuación, señalamos algunas pistas para disfrutar de estos lugares durante un agradable fin de semana:

  • Una caminata singular

En la localidad de Fleix, uno de los tres pueblos que componen el Vall de Laguar, junto a unos antiguos lavaderos, comienza una ruta circular (PR-CV-147) de poco más de 14 Km, que no deja indiferente a nadie. Se la conoce como catedral del senderismo pues sigue un trazado mozárabe, compuesto en su mayor parte por escalones de piedra, que serpentea siguiendo el curso del Barranc del Infern, una rambla seca de altas paredes.

Un continuo rompepiernas (tres largas bajadas y subidas) que pasa por las antiguas alquerías de Juvees d’Enmig y Juvees de Dalt, diversos pozos y fuentes; y que en plena primavera luce en todo su esplendor. Naturaleza e historia. Una combinación imbatible.

En los últimos kilómetros se cruza el pueblo de Benimaurell, donde es difícil no parar a refrescarse y tomarse una cerveza en uno de sus bares.

El regreso a Fleix, finalmente, se realiza con más comodidad por un camino rural entre huertos de nísperos.

  • Arte rupestre

En el término de Castell de Castells, en un barranco junto a campos de almendros y cerezas que ya nos regalan sus rojizos frutos, existe un lugar patrimonio de la humanidad que se puede visitar en completa soledad. Se trata del Santuario de Pla de Petracos, un importante y singular ejemplo de arte rupestre macroesquemático de hace más de 8000 años.

En los abrigos de la montaña, fácilmente alcanzables siguiendo un sendero señalizado entre palmitos e hinojos,  nuestros antepasados pintaron unas figuras que convirtieron al lugar en una especie de santuario. Un punto de encuentro y culto de gentes, unidas por profundas creencias, en las que la fecundidad, el ciclo agrícola o los vínculos familiares cobraban un especial protagonismo.

Un lugar asombroso que como siempre sucede con este tipo de sitios te hace sentir la conexión directa con la prehistoria de la humanidad.

 

  • Una cueva kárstica inesperada

Desde Pla de Petracos se puede continuar hacia el Norte, siguiendo una pintoresca carretera en la que crece la hierba y las flores silvestres en su mediana, recorriendo parajes solitarios y que finalmente nos conduce al municipio de Vall d’Ebo.

A dos kilómetros del núcleo urbano se encuentra la famosa cueva que accidentalmente encontró un hombre del pueblo cercano, el tío Rull, a principios del S.XX, mientras perseguía a un conejo que intentaba cazar.

Se trata de una cueva que continúa en formación y en la que podemos encontrar todo tipo de formas y volúmenes de carbonato cálcico (estalactitas, estalacmitas, columnas…) siguiendo un recorrido guiado de unos 20 minutos.

Todo un mundo subterráneo sorprendente que contrasta vívamente con el paisaje del exterior.

 

  • Un alojamiento muy recomendable

Nuevamente a las afueras de Fleix,  bajo el testigo mudo del farrallón calizo del Cavall Verd, el último bastión de la revuelta morisca anterior a su expulsión en el S.XVII, y con un panorama que domina el horizonte hasta el mar, se encuentra la casa rural La Casota.

En el lugar donde hubo en el S.XII un asentamiento almohade (queda una torre defensiva) se diseminan una serie de edificios característicos de la zona, que se usaron como secaderos de uvas pasas.

Las habitaciones son cómodas, los desayunos abundantes y sabrosos, la atención a los huéspedes esmerada y el jardín rústico es una delicia para leer o simplemente relajarse, mientras se contempla en estas fechas la floración de la valeriana.

Y a cinco minutos paseando, el pueblecito de Campell, una delicia de sencillez y sitio ideal para probar la gastronomía local: figatells, gambes amb bledes, pelotas de cocido…, en alguno de sus bares.

 

Éstas sólo son unas pocas ideas personales para disfrutar de estos lugares, ahora corre de vuestra cuenta disfrutarlos y encontrar los vuestros propios.

¡Hasta pronto!