5 horas en Soria

La ciudad de provincias por excelencia, orillada al oeste de Castilla y acariciada por el  río Duero que discurre melancólico por su curva ballesta. Modesta y tranquila, encerrada entre sus muros y en la nostalgia de sus alamedas, bien merece una visita.

Aquí van mis pistas preferidas para pasar un día o al menos unas horas:

  • Contemplar joyas del románico.

Entre palacios imponentes como el de Gómara y casas de piedra cansadas del paso de los siglos, tres iglesias románicas lucen con brillo propio.

La iglesia de Santo Domingo con su aspecto de casa grande, su fachada con doble arquería ciega, su rosetón y su bella portada labrada.

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Santo Domingo

La iglesia de San Juan de Rabanera, en la calle de los Caballeros, con su ábside de bellos capiteles labrados y un interior con importantes tesoros, como su retablo plateresco.

Y ya cerca del río, en un paraje campestre, bajo el monte de las ánimas que inmortalizó Becquer en sus leyendas, nos encontramos San Juan de Duero donde destacan los restos de su ecléctico claustro destechado del S.XII, donde se entrecruzan arcos de medio punto románicos con otros de clara influencia musulmana, creando un conjunto inédito y mágico, de una belleza misteriosa.

 

  • Disfrutar de su gastronomía.

Como en otros lugares castellanos existe la buena costumbre de salir a tomar vinos acompañados de una tapa. Aprovechando que el casco antiguo es prácticamente peatonal se puede realizar un largo recorrido de bar en bar,  que incluya la plaza Mayor, la calle Real y las adyacentes.

Aquí mandan los vinos de denominaciones cercanas (Ribera del Duero, Rioja, Calatayud) y de tapa los afamados torreznos fritos. Una combinación invencible.

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Si queremos disfrutar más a fondo de la gastronomía Soriana, hay que acudir a la calle Caballeros donde se encuentra el restaurante Baluarte, donde oficia Óscar Garcia. Reconocido recientemente con una estrella Michelin su carta permite un recorrido lleno de sensibilidad por el alma de la naturaleza Soriana, con especial hincapié en el mundo micológico. Vale la pena.

 

  • Seguir los pasos de Antonio Machado.

Por toda la ciudad resuenan los ecos del poeta, que llegó a la ciudad en 1907 a ocupar su cátedra de francés, y donde vivió luces y alguna sombra. Aquí escribió su poemario más reconocido: Campos de Castilla, y aquí se casó con su musa Leonor, que murió poco después.

Un instituto y el parador nacional junto al castillo llevan su nombre, hay estatuas en su memoria…pero donde su espíritu se siente más vivo es en el camino de la ribera del Duero que, tras pasar por el monasterio templario de San Polo, conduce a la ermita de San Saturio, hogar de eremitas desde la antigüedad. Por este paseo melancólico entre álamos, que compartía con su amada Leonor, soñó alguno de sus poemas más memorables.

 

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San Saturio

 

  • Visitar las ruinas de Numancia.

A poco más de 5 kilometros del centro, sobre un otero que domina la confluencia del Duero y el Tera se emplazan los restos de la indomable ciudad íbera de Numancia. Aquella que durante décadas resistió a las legiones romanas y que al final antes de rendirse prefirió inmolarse en su propio incendio en el S.II a.n.es .

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Al igual que sucede en otros yacimientos arqueológicos, las ruinas crean un viaje en el tiempo, donde se siente el peso de la historia en cualquier recodo de la visita.

El área excavada permite admirar aceras empedradas, calles tortuosas para luchar contra los vientos gélidos, murallas, termas, aljibes, casas y restos de dos ciudades: la celtíbera, que fue destruida, y la romana, que se levantó sobre la anterior.

Cercanas en los alrededores se otean las colinas donde el general romano, Escipión Emiliano, situó a sus ejércitos para el último asedio y es inevitable sentir la claustrofobia y la desesperación de los habitantes de este lugar abandonados a su suerte.

Para terminar con una canción sobre la ciudad, al igual que hicimos en 5 horas en Huesca, caemos en lo fácil recurriendo la canción que popularizó Gabinete Cagalera sobre Soria, es lógico. Pero el vídeo es un directo de TVE, que sólo por la presentación del Gran Wyoming y Óscar Ladoire ya valdría la pena. ¡Qué programas había entonces!

 

¡Hasta pronto!

 

 

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