Etiquetado: Alcalá de Xivert

Un castillo templario para ti solo

Nos gusta salir al monte y descubrir el paisaje de forma pausada y detenida, disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor y sentir el paso de las estaciones. Si, además, como en esta ocasión, lo unimos a la pasión por la historia la propuesta nos resulta ciertamente imbatible.

Al igual que hicimos en la excursión al castillo de Miravet Ruinas en la naturaleza: Miravet, vamos a conjugar un recorrido por pistas y sendas con la visita a un castillo imponente: el de Alcalá de Xivert. Un castillo que suele pasar desapercibido y es poco visitado, lo que es una pena porque encierra un patrimonio de primer nivel.

Erigido sobre una atalaya de la Serra d’Irta que domina el corredor de Alcalá, normalmente no pasa de ser una visión fugaz al pasar por la autopista AP-7: unas ruinas,  torres y murallas solitarias, que se recortan sobre los pinares que las rodean y el cielo azul.

Para descubrir sus atractivos, proponemos una sencilla ruta circular de poco menos de 10 km, que parte del pueblo de Alcalá de Xivert, junto al bar Manel, situado en la N-340 (un buen sitio para aprovisionarnos de bocadillos para el camino. Los de aquí valen la pena). De allí parte un sendero de pequeño recorrido (PR-CV432) señalizado con marcas blancas y amarillas, como es menester; fácil de seguir, no muy exigente e ideal para una jornada matinal o vespertina, pues tiene una duración aproximada de unas 3 horas escasas.

Una vez dejado el coche, siguiendo las indicaciones de la ruta, nos dirigimos en dirección este por una pista asfaltada, divisando en el horizonte la Serra d’Irta y el Castillo de Xivert. En poco más de quinientos metros alcanzamos la autopista AP-7, que superamos por un paso subterráneo, que nos sitúa en el otro lado. Punto éste donde comienza verdaderamente el recorrido circular. Varias paletas informativas indican los dos posibles sentidos de la ruta. Nos decantamos por el de la derecha, el que nos llevará al castillo por el camino del assegador.

En su  primera parte cruzamos típicos campos de cultivo de almendros, naranjos y olivos. Poco después en las primeras estribaciones de la sierra, alcanzamos la Creu del Francés, monumento de piedra, de aproximadamente un metro y medio de altura, erigido en conmemoración de un natural de Xivert, muerto en la Guerra de la Independencia, durante la invasión napoleónica. En la cruz, podemos leer, grabada, la siguiente inscripción: “En este sitio fue muerto por los franceses Antonio Cherta en 17 de agosto del año 1810. En paz descanse”.

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Desde la cruz, la ruta gira hacia el noreste y asciende por un estrecho sendero, con moderada pendiente, atravesando un tupido pinar, que nos sitúa en el cordal de la sierra.

Llegado a un punto, la senda se ensancha siguiendo el trazado de un antiguo cortafuegos invadido actualmente por la vegetación. Seguimos avanzando sin salirnos del cordal de la sierra y nos situamos en las inmediaciones del castillo, donde localizamos la Bassa Corralissa, construcción utilizada antiguamente para el almacenamiento de agua.

Finalmente, llegamos a nuestro objetivo, apareciendo el  imponente castillo. Lo primero que llama la atención es el gran tamaño del mismo, pues se trataba de un baluarte muy importante estratégicamente.

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Se distinguen tres partes que se pueden visitar libremente (por mucho menos, ¡cuánto se cobra en otros lugares por la visita!): los restos de la alcazaba musulmana, el arrabal o aljama morisca y las construcciones templarias, que nos hablan de las diversas épocas de ocupación.

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Aunque es posible que existiera un primigenio poblado íbero, los restos más antiguos que encontramos son los de la alcazaba musulmana erigida en el siglo XI. Del poderoso recinto con varios órdenes de murallas y que incluía un poblado, diversos aljibes y una mezquita, nos ha llegado especialmente un lienzo de muralla, en perfecto estado, que incluye una inscripción árabe cuya traducción entre otras podía ser: el que concede la victoria es Dios (al-fatih Allah). Se trata de una hermosísima muestra de arte caligráfico kufico.

La mayor parte de las construcciones que se conservan en la actualidad, pertenecen a la ocupación cristiana a partir del S.XIII. Tras la conquista de Valencia, el rey Jaume I recompensó en 1233, a la orden templaria por su ayuda con, entre otros lugares, la Tenencia de Xivert.
Los templarios reaprovecharon la disposición general del castillo musulmán, modificando los espacios internos, adaptándolos a las necesidades del Temple. Se construyeron nuevas dependencias: un nuevo aljibe,  una capilla que mantiene sus arcos góticos, el patio de armas y, sobretodo, las dos torres gemelas y el lienzo de muralla que las une construidas sobre poderosos sillares.

 

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El último espacio visitable es el arrabal morisco. Tras la conquista cristiana la población musulmana comenzó a vivir extramuros, conformándose el asentamiento de montaña que podemos contemplar en la actualidad.  Aquí, el espacio edificable se consigue mediante el aterrazamiento de la pendiente de la ladera, vertebrándose mediante una calle principal de la que surgen pequeños callejones. Dicha organización de las casas es lo que se denomina aljama.

Tras permanecer un buen rato en el castillo, recorriendo e inspeccionado sus dependencias y disfrutando de las espectaculares vistas que nos ofrece; iniciamos el regreso descendiendo por una pintoresca senda, que se adentra en un pequeño pinar situado al norte, bajo la fortaleza, y que progresivamente gira hacia el oeste. Se trata, debido a su orientación, de un bosque muy húmedo donde podemos encontrar fácilmente singularidades para estas latitudes como helechos y musgo.

Continuando la senda desembocamos en un camino que nos conduce, nuevamente entre campos de naranjos, a la autopista y siguiendo en paralelo la misma, al punto donde se completa la ruta circular. Desde aquí volvemos al coche por la pista asfaltada con la que comenzaba la excursión.

En resumen, una ruta sencilla y enriquecedora en muchos aspectos. No os la podéis perder, animaros.

¡Hasta pronto!