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Un fin de semana en el interior de Alicante

Cuando se dejan los excesos turísticos de la costa alicantina y nos encaminamos al interior por carreteras secundarias, entre las agrestes montañas de la Marina Alta, se descubren unos valles que se erigen en reductos de naturaleza, tranquilidad y buena vida.

Son valles que todavía recuerdan su pasado árabe, donde los pequeños pueblos se abren a los campos, el ciclo de las estaciones sigue marcando el ritmo de las gentes y todavía se puede disfrutar del aroma de la lavanda, el canto de los pájaros y el vuelo de las mariposas.

A continuación, señalamos algunas pistas para disfrutar de estos lugares durante un agradable fin de semana:

  • Una caminata singular

En la localidad de Fleix, uno de los tres pueblos que componen el Vall de Laguar, junto a unos antiguos lavaderos, comienza una ruta circular (PR-CV-147) de poco más de 14 Km, que no deja indiferente a nadie. Se la conoce como catedral del senderismo pues sigue un trazado mozárabe, compuesto en su mayor parte por escalones de piedra, que serpentea siguiendo el curso del Barranc del Infern, una rambla seca de altas paredes.

Un continuo rompepiernas (tres largas bajadas y subidas) que pasa por las antiguas alquerías de Juvees d’Enmig y Juvees de Dalt, diversos pozos y fuentes; y que en plena primavera luce en todo su esplendor. Naturaleza e historia. Una combinación imbatible.

En los últimos kilómetros se cruza el pueblo de Benimaurell, donde es difícil no parar a refrescarse y tomarse una cerveza en uno de sus bares.

El regreso a Fleix, finalmente, se realiza con más comodidad por un camino rural entre huertos de nísperos.

  • Arte rupestre

En el término de Castell de Castells, en un barranco junto a campos de almendros y cerezas que ya nos regalan sus rojizos frutos, existe un lugar patrimonio de la humanidad que se puede visitar en completa soledad. Se trata del Santuario de Pla de Petracos, un importante y singular ejemplo de arte rupestre macroesquemático de hace más de 8000 años.

En los abrigos de la montaña, fácilmente alcanzables siguiendo un sendero señalizado entre palmitos e hinojos,  nuestros antepasados pintaron unas figuras que convirtieron al lugar en una especie de santuario. Un punto de encuentro y culto de gentes, unidas por profundas creencias, en las que la fecundidad, el ciclo agrícola o los vínculos familiares cobraban un especial protagonismo.

Un lugar asombroso que como siempre sucede con este tipo de sitios te hace sentir la conexión directa con la prehistoria de la humanidad.

 

  • Una cueva kárstica inesperada

Desde Pla de Petracos se puede continuar hacia el Norte, siguiendo una pintoresca carretera en la que crece la hierba y las flores silvestres en su mediana, recorriendo parajes solitarios y que finalmente nos conduce al municipio de Vall d’Ebo.

A dos kilómetros del núcleo urbano se encuentra la famosa cueva que accidentalmente encontró un hombre del pueblo cercano, el tío Rull, a principios del S.XX, mientras perseguía a un conejo que intentaba cazar.

Se trata de una cueva que continúa en formación y en la que podemos encontrar todo tipo de formas y volúmenes de carbonato cálcico (estalactitas, estalacmitas, columnas…) siguiendo un recorrido guiado de unos 20 minutos.

Todo un mundo subterráneo sorprendente que contrasta vívamente con el paisaje del exterior.

 

  • Un alojamiento muy recomendable

Nuevamente a las afueras de Fleix,  bajo el testigo mudo del farrallón calizo del Cavall Verd, el último bastión de la revuelta morisca anterior a su expulsión en el S.XVII, y con un panorama que domina el horizonte hasta el mar, se encuentra la casa rural La Casota.

En el lugar donde hubo en el S.XII un asentamiento almohade (queda una torre defensiva) se diseminan una serie de edificios característicos de la zona, que se usaron como secaderos de uvas pasas.

Las habitaciones son cómodas, los desayunos abundantes y sabrosos, la atención a los huéspedes esmerada y el jardín rústico es una delicia para leer o simplemente relajarse, mientras se contempla en estas fechas la floración de la valeriana.

Y a cinco minutos paseando, el pueblecito de Campell, una delicia de sencillez y sitio ideal para probar la gastronomía local: figatells, gambes amb bledes, pelotas de cocido…, en alguno de sus bares.

 

Éstas sólo son unas pocas ideas personales para disfrutar de estos lugares, ahora corre de vuestra cuenta disfrutarlos y encontrar los vuestros propios.

¡Hasta pronto!