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Las hoces del Duratón

Al dejar la carretera comarcal, a la altura del pueblo de Vilaseca y tomar la pista polvorienta y blanca, que nos interna en soledad, en la solemnidad e inmensidad del paisaje castellano, difícilmente podemos pensar que unos pocos kilómetros después, la meseta se va a romper de forma caprichosa por el discurrir de un río. Pero así sucede.

Estamos en el corazón de la provincia de Segovia y a punto de descubrir el Parque Natural de las Hoces del río Duratón.

El río Duratón tras nacer en la sierra de Ayllón ha creado un fastuoso ejemplo de erosión fluvial y plegamientos de materiales calcáreos que durante 25 kilómetros, entre la monumental Sepúlveda, río arriba,  y el embalse de Burgomillodo, rompe de manera dramática con la monotonía castellana, a través de un profundo cañón.

Un lugar muy recomendable para realizar una excursión en cualquier época del año. A pie, en bicicleta o por el propio río en piragua.

 Al interés y belleza del paisaje hay que añadir la gran riqueza arqueológica e histórica que encierra en su interior esta garganta.

La zona siempre fue refugio de eremitas y, allá, donde las paredes verticales llegan a los cien metros de altura, sobre un promontorio rocoso que domina un vasto panorama, se ubica  de forma sobrecogedora la ermita románica de San Frutos, lugar de retiro de monjes benedictinos desde el S.XI hasta el XIX.

Es posible acceder a San frutos desde la pista que mencionábamos al principio, dejando el coche en un aparcamiento habilitado y continuando aproximadamente un kilometro a pie, por un sendero señalizado que brinda vistas maravillosas.

 

Un último elemento confiere a este paraje un hálito especial: en los altos farallones rocosos anida una de las colonias de buitres leonados más importante del país. Con una envergadura cercana a los 2,5 m, resulta muy sencillo contemplarlos a decenas, en toda su majestuosidad como una extensión más del paisaje, mientras planean en busca de corrientes térmicas.

Admirando el plácido vuelo de un buitre desde el cortado, con el río fluyendo abajo,  majestuoso y casi irreal, devorando pacientemente la piedra caliza…es fácil evocar los versos de Machado donde el poeta se emocionaba con el corazón de Castilla:

«Oscuros encinares,


ariscos pedregales, calvas sierras,


caminos blancos y álamos del río,


(…)
 hoy siento por vosotros en el fondo


del corazón, tristeza,

tristeza que es amor.

 

¡Hasta pronto!