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Sostiene Pereira…

No se descubre nada hablando de esta maravillosa novela corta de Antonio Tabucchi, pero siempre es buen momento para volver a ella; releyéndola o pensando en su historia y sus personajes.

Sostiene Pereira nos transporta al veinticinco de julio de mil novecientos treinta y ocho, a una Lisboa que refulgía en el azul de la brisa atlántica.

Estamos en pleno régimen del dictador Salazar, y seguimos los pasos de Pereira, un periodista viudo y con problemas de corazón, encargado de la sección cultural de un modesto periódico.

Un día, su anodina y plácida vida, se verá sacudida al conocer a unos interesantes jóvenes con ideas revolucionarias.

La novela te atrapa con su ritmo pausado, con la canícula estival inundándolo todo. Deseas volver a Lisboa, visitar sus barrios, subirte a los tranvías, recorrer la calle de la Saudade, en Alfama, donde vive el protagonista; o la Praça da Alegria, o fijarte en el número sesenta y seis de la Rua Rodrigo da Fonseca, donde trabaja Pereira.

¿A quién no le apetece sentarse en el Café Orquídea a probar la omelette a las finas hierbas, que es prácticamente lo único que come Pereira?

La novela te permite soñar con que no todo está perdido, que siempre habrá gente digna que arriesgará todo por unos ideales, que saldrá de su zona de confort para ayudar a los más oprimidos. O que nunca se está de vuelta de todo, que la vejez y la juventud se necesitan y se complementan; y que los amores pueden mantenerse tras la muerte.

Una auténtica maravilla.

Venga, es verano, hace calor; conseguid esta novela y dejaros mecer por las palabras de Tabucchi: «Sostiene Pereira…»

¡Hasta pronto!