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Que tu viaje sea largo…

La foto de la entrada corresponde a una sugestiva pintada que nos topamos el pasado fin de semana en Valencia, en el barrio del Carmen. En seguida me llamo la atención, pues se refleja un pasaje de la Odisea, aquel en que Ulises se manda atar al mástil de su nave para resistir la llamada tentadora del canto de las Sirenas.

Además el pie de la imagen muestra un verso del  famoso poema Itaca del poeta de principios del S.XX, Konstantine Cavafis, griego originario de Alejandría.

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Se trata de un poema mágico y sensual. Todo un canto a la vida viajera, ávida de conocimientos y aventuras. Un auténtica maravilla.

Aquí lo mostramos en una versión traducida:

Cuando partas hacia Ítaca
pide que tu camino sea largo
y rico en aventuras y conocimiento.
A Lestrigones, Cíclopes
y furioso Poseidón no temas,
en tu camino no los encontrarás
mientras en alto mantengas tu pensamiento,
mientras una extraña sensación
invada tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones, Cíclopes
y fiero Poseidón no encontrarás
si no los llevas en tu alma,
si no es tu alma que ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que muchas mañanas de verano hayan en tu ruta
cuando con placer, con alegría
arribes a puertos nunca vistos.
Detente en los mercados fenicios
para comprar finos objetos:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
sensuales perfumes, -tantos como puedas-
y visita numerosas ciudades egipcias
para aprender de sus sabios.
Lleva a Ítaca siempre en tu pensamiento,
llegar a ella es tu destino.
No apresures el viaje,
mejor que dure muchos años
y viejo seas cuando a ella llegues,
rico con lo que has ganado en el camino
sin esperar que Ítaca te recompense.

A Ítaca debes el maravilloso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino
y ahora nada tiene para ofrecerte.
Si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Hoy que eres sabio, y en experiencias rico,
comprendes qué significan las Ítacas.

Tomad nota. Podéis usarlo como consejo…

¡Hasta pronto!

 

La albufera, de Samuel Gallego

Comenzamos una nueva serie de entradas al blog en la que personajes de diferentes ámbitos nos recomiendan un lugar especial, que por diferentes motivos les emociona y al que suelen volver. Lo que nosotros llamamos su lugar en el mundo.

En esta primera entrega contamos con el diseñador e ilustrador valenciano, Samuel Gallego, que contesta a nuestras preguntas y nos transporta a un paraje cercano a Valencia: el parque natural de la Albufera.

¿Recuerdas tu primera visita o tu primer recuerdo de la Albufera? 

Con unos 8 años, un paseo en barca cruzando la Albufera y un comentario del barquero: «Antigament aquesta aigua era tan neta que beviem directament agafant-la amb la má i ens menjavem les rates en la paella

¿Cuál es tu relación con ella?

Atracción ocasional. Nos vemos cuando podemos, pero ella siempre está ahí.

¿Qué es lo que más te atrae de este lugar?

Su inmensidad y la vida que genera a su alrededor. Me gusta conocer cómo la personas interaccionaban y ordenaban su vida al compás de esta enorme (aunque ya bastante menor que antaño) balsa de agua.

¿La visitas periódicamente?

No. Las relaciones ocasionales son las mejores.

¿Crees que es suficientemente conocida por los valencianos o que simplemente la Albufera se está reduciendo a visitas de comida y paseo en barca?

Supongo que sí, a su forma. «Ché! Anem a fer-nos una paelleta o un all i pebre a l’Albufera«. 

Me resultaría más interesante que se conociera el saber hacer, los ciclos que se generan durante el año debido a ella, etc. Incluso otras formas de explotación, que no sólo el paseo en barca y la paellita.

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¿Por qué has pensado en ella para hacer proyectos de diseño?

Hay un movimiento que se llama «cradle-to-cradle«, el significado es algo así como «de la cuna a la cuna» y proviene de un libro con el mismo título. Básicamente lo que se promovía era la sostenibilidad completa. Es decir, un ciclo completamente ecológico, donde la materia que utilices no ocasione más puntos negativos que positivos, tanto al recogerla, procesarla y, una vez terminado su ciclo, se pueda devolver sin desestabilizar el ecosistema.

Con esto en mente, pensé que sería un buen punto recoger materiales en torno a la albufera (arena, tierra, algas, etc), porque nos daba una situación local donde arraigar el proyecto, e intentar desarrollar una materia que se pudiera tratar como arcilla, de modo que una vez tuviéramos la formula podríamos crear cuencos, vasijas o cualquier objeto deseado y una vez finalizara su vida útil, devolverlo al lugar donde se recogió. Conseguimos desarrollar la fórmula y crear algunos cuencos.

(link proyecto: http://cargocollective.com/samuelgallego/Sangonera )

¿Cuál es la estación del año mejor para una visita?

Mayo-Junio-Julio para ver los campos de arrozales inundados por el agua, lo que da una sensación de lago aún mayor. O Agosto-Septiembre para ver los arrozales verdes.

¿Qué rincón poco conocido es tu preferido?

No creo que sea poco conocido, pero mi preferido es el embarcadero del Palmar.

¿Recomiendas algún sitio para comer?

L’entrepà! No necesitas más. Hazte un bocadillo, da un paseo por el bosque del Saler, asómate a las dunas de su playa, entra en la explanada del lago y termina bordeando la Albufera. En cualquiera de los sombrajos entre pinares es un buen lugar para sentarte, descansar, divagar, incluso, vaguear y comerte ese bocadillo. Yo me lo haría de tortilla de patata, jamón serrano y tomate ‘restregao’ con aceite.

Muchas gracias Samuel.

¡Hasta pronto!

Un viejo barrio de pescadores

La historia se ha repetido en muchas ocasiones y en diferentes lugares. Se trata de una maquiavélica maniobra realizada por algunos gobernantes para manipular a las masas, haciendo populismo de verdad; aprovecharse de  nuestra ignorancia y de nuestros miedos, para sacar pingües beneficios mediante un pelotazo urbanístico en varias etapas.

Primeramente, hay que dejar degradar una zona o un barrio de una ciudad hasta límites insospechados: no hacer llegar ninguna partida presupuestaria que mantenga en buen estado las calles, los edificios…y permitir que la suciedad, la delincuencia, los problemas de seguridad o la falta de los servicios sociales lo inunden todo.

En un segundo momento, se presenta un proyecto urbanístico grandioso y salvador para el barrio, que enriquecerá a los de siempre, pero que ya apoya el ciudadano medio porque sabe o ha oído que la zona está impresentable.

El barrio del Cabanyal de Valencia sufrió en sus carnes este tipo de manipulaciones. Los gobernantes valencianos: Rita, Camps…tenían pensado un pelotazo urbanístico que alargaría la avenida Blasco Ibáñez, sacrificando manzanas de viviendas del barrio,  hasta el puerto; el famoso puerto de la Fórmula 1 y la Copa América entre otros innecesarios y costosísimos fastos.

La movilización ciudadana consiguió, en este caso, parar el doloroso proyecto y este encantador barrio marinero, antiguo lugar de cofradías de pescadores, cercano a la famosa playa de la Malvarrosa (la de las pinturas de Sorolla, o los libros de Blasco Ibáñez o Manuel Vicent) resistió y actualmente, poco a poco, se está revitalizando a base de actuaciones culturales y/o hosteleras.

Os invito a compartir un recorrido caprichoso y con guiños al buen yantar, por calles llenas de autenticidad como la de la Reina, el Mediterráneo o la Barraca; entre casas tradicionales de una planta, con su fachadas de azulejos de colores.

Empecemos en primera línea de playa. En lo que fueron unos antiguos almacenes de hielo para la conservación del pescado,  hoy en día se ha asentado un espacio multicultural con frecuentes exposiciones y conciertos de música. Estamos hablando de La Fábrica de Hielo. Un buen lugar para tomar un vermouth casero en uno de sus sillones, mientras se ojea un libro de su biblioteca.

No lejos queda la tasca La Pascuala, famosa por sus pantagruélicos almuerzos y, en concreto, por su aclamado bocadillo de carne de potro.

Ya en las calles más céntricas del barrio, construidas con tiralíneas, podemos encontrar muchos ejemplos de arquitectura popular, que poco a poco van recuperándose.

Por estas calles abundan las pequeñas bodegas de barrio, que en algunos casos con más acierto que en otros, se han convertido en bares de peregrinaje para comer y beber, dentro de ambientes informales y que animan a compartir buenos momentos con los parroquianos.

Así podemos hablar de La Paca o Taska la Reina, regentados por unos vecinos de toda la vida del barrio, o De tot un poc, con los pescados frescos por bandera; o Casa Guillermo y sus famosas salazones de anchoas.

En un nivel más elevado se sitúa la bodega con más solera de la zona: Casa Montaña. Entre toneles centenarios se puede degustar buen producto de lonja, maridado con una amplia carta de vinos.

Más al Sur y ya cerca del mercado del Grao, nos encontramos con la Bodega la Peseta. Quizás, el lugar con mejor ambiente y el local más animado de todo el Cabanyal. Una apuesta segura a la hora de tomar unas cañas o un vermouth casero con las mejores tapas caseras (¡atención a sus tortillas variadas!).

 

En definitiva, el Cabanyal es un barrio que invita a pasear sin rumbo fijo, lleno de rincones de auténtico sabor, donde disfrutar de la auténtica gastronomía mediterránea y que conviene disfrutar ya mismo;  antes que la gentrificación, ya sabéis,  esa enfermedad de las ciudades modernas, por la cuál un barrio se convierte en un decorado para turistas y forasteros, con restaurantes y hoteles de moda, y donde se echa de menos la verdadera vida del barrio, porque ya no quedan prácticamente residentes. Estáis avisados.

¡Hasta luego!

Cuando un restaurante sorprende

¿Qué buscamos en un restaurante cuando acudimos a comer o cenar? ¿Disfrutar con la comida, probar platos que no sueles cocinar en casa, compartir momentos inolvidables con aquellos a quien quieres…? Sin duda es así, pero…a los que nos enamora todo lo relacionado con la gastronomía, que no tenemos prejuicios en probar nuevos productos, que disfrutamos por igual de platos clásicos o los más modernos, pero siempre con fundamento, sin engaños, ni postureo; que no nos dejamos engatusar sólo por las apariencias y que tampoco requerimos de un exceso de academicismo, lo que buscamos principalmente, es que la comida de un restaurante nos sorprenda.

Recientemente, tuvimos una gran experiencia en un local de nuevo cuño en Valencia: ORIGEN CLANDESTINO (Carrer de la Carda 6, Tlf:691 54 92 09), donde oficia el joven chef colombiano Junior Franco. Nos enteramos de su existencia en una breve reseña de uno de nuestros críticos gastronómicos de referencia: José Carlos Capel. En la foto que adjuntaba reconocimos al cocinero que había trabajado en La Traviesa, uno de los restaurantes que más nos gustan de Benicàssim.

Y así, movidos por la curiosidad y el buen hacer que ya recordábamos de su anterior etapa, reservamos en este pequeño local del barrio del Carmen. Un local que acogió con anterioridad otros restaurantes menos interesantes y con peor suerte.

Se trata de un comedor pequeño y acogedor, con luz tenue y música suave. Está decorado con estética hipster e informal, con sillas y mesas de madera sin manteles. La vajilla y la cubertería están cuidadas, y el servicio es cercano y correcto. Llama la atención el gran número de camareros y cocineros para las pocas mesas existentes; sin duda un buen detalle. La pequeña cocina se encuentra a la vista, donde se puede contemplar cómo trabaja Junior y su equipo.

Preparan menús de degustación flexibles de 6, 8 ó 10 platos y que varían constantemente. Se busca la temporalidad de los productos, que compran directamente en el Mercat Central, que se encuentra a tiro de piedra.

Nos decantamos por el menú intermedio, el de ocho platos, y nos dejamos llevar. Para beber elegimos un tinto de Yecla, que maridó perfectamente.

Los camareros nos fueron anunciando los platos: una sucesión de sabores delicados, con puntos ácidos o picantes en perfecto equilibrio, que mezclan culturas mediterráneas, asiáticas y latinoamericanas; trufados de chispazos de creatividad, sin ningún adorno innecesario.

Para empezar, nos encantó la ostra con maracuyá de sabor yodado y toque tropical,  y la croqueta thai de pollo que nos transportó al sureste asiático, a ritmo de cilantro y leche de coco.

Continuamos con un Ceviche de quisquillas interpretado, en el que el típico jugo de lima para cocinar en ácido el marisco, era sustituido por dos cítricos de aroma y sabor exóticos: el japonés yozu y el sudamericano lulo. A continuación, un tierra y mar muy sugerente: un cuenco con finos callos de ternera con kokotxa de merluza.

Seguimos con una sabrosísima anguila a la brasa sobre berenjena ahumada y, más tarde, una presa ibérica cocinada al vacío, como pocas hemos probado alguna vez.

Para terminar, dos postres sorprendentes: Lasca de hojaldre con chocolate blanco acompañado de un vaso de chicha de piña (nada que ver con la chicha de maíz que conocíamos de Perú) de atractivos contrastes, y un Sorbete de lulo con cava sólido. Este último, un postre con instrucciones de uso porque para experimentarlo en su totalidad, primeramente había que tomar una semilla de pimienta sansho (una variedad japonesa de intenso sabor a hierba, limón y menta) que te deja la lengua como electrificada y que unida al frío sorbete y al gas del cava te hace vivir una experiencia en la boca sorprendente e inolvidable.

En definitiva, una sucesión de estímulos para los sentidos: sabores, texturas, aromas…sin engaños ni arrogancias. Una gran recomendación para cenar en Valencia, con una relación calidad-precio más que interesante. No os defraudará, estoy seguro.

¡Hasta pronto!