Que tu viaje sea largo…

La foto de la entrada corresponde a una sugestiva pintada que nos topamos el pasado fin de semana en Valencia, en el barrio del Carmen. En seguida me llamo la atención, pues se refleja un pasaje de la Odisea, aquel en que Ulises se manda atar al mástil de su nave para resistir la llamada tentadora del canto de las Sirenas.

Además el pie de la imagen muestra un verso del  famoso poema Itaca del poeta de principios del S.XX, Konstantine Cavafis, griego originario de Alejandría.

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Se trata de un poema mágico y sensual. Todo un canto a la vida viajera, ávida de conocimientos y aventuras. Un auténtica maravilla.

Aquí lo mostramos en una versión traducida:

Cuando partas hacia Ítaca
pide que tu camino sea largo
y rico en aventuras y conocimiento.
A Lestrigones, Cíclopes
y furioso Poseidón no temas,
en tu camino no los encontrarás
mientras en alto mantengas tu pensamiento,
mientras una extraña sensación
invada tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones, Cíclopes
y fiero Poseidón no encontrarás
si no los llevas en tu alma,
si no es tu alma que ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que muchas mañanas de verano hayan en tu ruta
cuando con placer, con alegría
arribes a puertos nunca vistos.
Detente en los mercados fenicios
para comprar finos objetos:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
sensuales perfumes, -tantos como puedas-
y visita numerosas ciudades egipcias
para aprender de sus sabios.
Lleva a Ítaca siempre en tu pensamiento,
llegar a ella es tu destino.
No apresures el viaje,
mejor que dure muchos años
y viejo seas cuando a ella llegues,
rico con lo que has ganado en el camino
sin esperar que Ítaca te recompense.

A Ítaca debes el maravilloso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino
y ahora nada tiene para ofrecerte.
Si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Hoy que eres sabio, y en experiencias rico,
comprendes qué significan las Ítacas.

Tomad nota. Podéis usarlo como consejo…

¡Hasta pronto!

 

La albufera, de Samuel Gallego

Comenzamos una nueva serie de entradas al blog en la que personajes de diferentes ámbitos nos recomiendan un lugar especial, que por diferentes motivos les emociona y al que suelen volver. Lo que nosotros llamamos su lugar en el mundo.

En esta primera entrega contamos con el diseñador e ilustrador valenciano, Samuel Gallego, que contesta a nuestras preguntas y nos transporta a un paraje cercano a Valencia: el parque natural de la Albufera.

¿Recuerdas tu primera visita o tu primer recuerdo de la Albufera? 

Con unos 8 años, un paseo en barca cruzando la Albufera y un comentario del barquero: «Antigament aquesta aigua era tan neta que beviem directament agafant-la amb la má i ens menjavem les rates en la paella

¿Cuál es tu relación con ella?

Atracción ocasional. Nos vemos cuando podemos, pero ella siempre está ahí.

¿Qué es lo que más te atrae de este lugar?

Su inmensidad y la vida que genera a su alrededor. Me gusta conocer cómo la personas interaccionaban y ordenaban su vida al compás de esta enorme (aunque ya bastante menor que antaño) balsa de agua.

¿La visitas periódicamente?

No. Las relaciones ocasionales son las mejores.

¿Crees que es suficientemente conocida por los valencianos o que simplemente la Albufera se está reduciendo a visitas de comida y paseo en barca?

Supongo que sí, a su forma. «Ché! Anem a fer-nos una paelleta o un all i pebre a l’Albufera«. 

Me resultaría más interesante que se conociera el saber hacer, los ciclos que se generan durante el año debido a ella, etc. Incluso otras formas de explotación, que no sólo el paseo en barca y la paellita.

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¿Por qué has pensado en ella para hacer proyectos de diseño?

Hay un movimiento que se llama «cradle-to-cradle«, el significado es algo así como «de la cuna a la cuna» y proviene de un libro con el mismo título. Básicamente lo que se promovía era la sostenibilidad completa. Es decir, un ciclo completamente ecológico, donde la materia que utilices no ocasione más puntos negativos que positivos, tanto al recogerla, procesarla y, una vez terminado su ciclo, se pueda devolver sin desestabilizar el ecosistema.

Con esto en mente, pensé que sería un buen punto recoger materiales en torno a la albufera (arena, tierra, algas, etc), porque nos daba una situación local donde arraigar el proyecto, e intentar desarrollar una materia que se pudiera tratar como arcilla, de modo que una vez tuviéramos la formula podríamos crear cuencos, vasijas o cualquier objeto deseado y una vez finalizara su vida útil, devolverlo al lugar donde se recogió. Conseguimos desarrollar la fórmula y crear algunos cuencos.

(link proyecto: http://cargocollective.com/samuelgallego/Sangonera )

¿Cuál es la estación del año mejor para una visita?

Mayo-Junio-Julio para ver los campos de arrozales inundados por el agua, lo que da una sensación de lago aún mayor. O Agosto-Septiembre para ver los arrozales verdes.

¿Qué rincón poco conocido es tu preferido?

No creo que sea poco conocido, pero mi preferido es el embarcadero del Palmar.

¿Recomiendas algún sitio para comer?

L’entrepà! No necesitas más. Hazte un bocadillo, da un paseo por el bosque del Saler, asómate a las dunas de su playa, entra en la explanada del lago y termina bordeando la Albufera. En cualquiera de los sombrajos entre pinares es un buen lugar para sentarte, descansar, divagar, incluso, vaguear y comerte ese bocadillo. Yo me lo haría de tortilla de patata, jamón serrano y tomate ‘restregao’ con aceite.

Muchas gracias Samuel.

¡Hasta pronto!

Tiempo de espárragos silvestres

En estos días de primavera, tras las lluvias de marzo y con la subida de las temperaturas, en las lindes de los caminos, en los barrancos, en ciertos campos…aparece otro más de los tesoros que nos regalan las estaciones: los espárragos silvestres.

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Son días de cielos azules y nubes viajeras, atardeceres para desconectar y darse un paseo mientras la luz se filtra, ideales para buscar estos frutos del campo: verdes amoratados, escuálidos, espigados y decididos a alcanzar el cielo; que aparecen entre la maleza, las zarzas o las piedras.

Tal y como sucede con las setas, buscarlos se convierte en un vicio irrefrenable cuando encuentras un lugar en que se han dado las condiciones para su desarrollo.

Prometen placeres exquisitos al llegar a casa, ya sea al vapor o la plancha, con un poco de sal gorda y unas gotas de aceite de oliva, o acompañados de unos huevos revueltos a medio cuajar sobre una tostada de pan de centeno.

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Una textura firme y carnosa, aromas asilvestrados y un sabor fresco y vegetal inigualable.

No lo dudéis, aprovechad estos días. Salid al campo…vale la pena.

¡Hasta pronto!

 

5 horas en Soria

La ciudad de provincias por excelencia, orillada al oeste de Castilla y acariciada por el  río Duero que discurre melancólico por su curva ballesta. Modesta y tranquila, encerrada entre sus muros y en la nostalgia de sus alamedas, bien merece una visita.

Aquí van mis pistas preferidas para pasar un día o al menos unas horas:

  • Contemplar joyas del románico.

Entre palacios imponentes como el de Gómara y casas de piedra cansadas del paso de los siglos, tres iglesias románicas lucen con brillo propio.

La iglesia de Santo Domingo con su aspecto de casa grande, su fachada con doble arquería ciega, su rosetón y su bella portada labrada.

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Santo Domingo

La iglesia de San Juan de Rabanera, en la calle de los Caballeros, con su ábside de bellos capiteles labrados y un interior con importantes tesoros, como su retablo plateresco.

Y ya cerca del río, en un paraje campestre, bajo el monte de las ánimas que inmortalizó Becquer en sus leyendas, nos encontramos San Juan de Duero donde destacan los restos de su ecléctico claustro destechado del S.XII, donde se entrecruzan arcos de medio punto románicos con otros de clara influencia musulmana, creando un conjunto inédito y mágico, de una belleza misteriosa.

 

  • Disfrutar de su gastronomía.

Como en otros lugares castellanos existe la buena costumbre de salir a tomar vinos acompañados de una tapa. Aprovechando que el casco antiguo es prácticamente peatonal se puede realizar un largo recorrido de bar en bar,  que incluya la plaza Mayor, la calle Real y las adyacentes.

Aquí mandan los vinos de denominaciones cercanas (Ribera del Duero, Rioja, Calatayud) y de tapa los afamados torreznos fritos. Una combinación invencible.

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Si queremos disfrutar más a fondo de la gastronomía Soriana, hay que acudir a la calle Caballeros donde se encuentra el restaurante Baluarte, donde oficia Óscar Garcia. Reconocido recientemente con una estrella Michelin su carta permite un recorrido lleno de sensibilidad por el alma de la naturaleza Soriana, con especial hincapié en el mundo micológico. Vale la pena.

 

  • Seguir los pasos de Antonio Machado.

Por toda la ciudad resuenan los ecos del poeta, que llegó a la ciudad en 1907 a ocupar su cátedra de francés, y donde vivió luces y alguna sombra. Aquí escribió su poemario más reconocido: Campos de Castilla, y aquí se casó con su musa Leonor, que murió poco después.

Un instituto y el parador nacional junto al castillo llevan su nombre, hay estatuas en su memoria…pero donde su espíritu se siente más vivo es en el camino de la ribera del Duero que, tras pasar por el monasterio templario de San Polo, conduce a la ermita de San Saturio, hogar de eremitas desde la antigüedad. Por este paseo melancólico entre álamos, que compartía con su amada Leonor, soñó alguno de sus poemas más memorables.

 

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San Saturio

 

  • Visitar las ruinas de Numancia.

A poco más de 5 kilometros del centro, sobre un otero que domina la confluencia del Duero y el Tera se emplazan los restos de la indomable ciudad íbera de Numancia. Aquella que durante décadas resistió a las legiones romanas y que al final antes de rendirse prefirió inmolarse en su propio incendio en el S.II a.n.es .

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Al igual que sucede en otros yacimientos arqueológicos, las ruinas crean un viaje en el tiempo, donde se siente el peso de la historia en cualquier recodo de la visita.

El área excavada permite admirar aceras empedradas, calles tortuosas para luchar contra los vientos gélidos, murallas, termas, aljibes, casas y restos de dos ciudades: la celtíbera, que fue destruida, y la romana, que se levantó sobre la anterior.

Cercanas en los alrededores se otean las colinas donde el general romano, Escipión Emiliano, situó a sus ejércitos para el último asedio y es inevitable sentir la claustrofobia y la desesperación de los habitantes de este lugar abandonados a su suerte.

Para terminar con una canción sobre la ciudad, al igual que hicimos en 5 horas en Huesca, caemos en lo fácil recurriendo la canción que popularizó Gabinete Cagalera sobre Soria, es lógico. Pero el vídeo es un directo de TVE, que sólo por la presentación del Gran Wyoming y Óscar Ladoire ya valdría la pena. ¡Qué programas había entonces!

 

¡Hasta pronto!

 

 

Mortorum y Ferradura

Buscando un poco en libros o en internet, o mejor aún preguntando a los que mejor conocen el territorio, no es difícil encontrar en nuestra zona esos lugares tan especiales que aúnan encantos paisajísticos con vestigios históricos que siempre sorprenden.

En esta ocasión os proponemos una salida para descubrir los restos del poblado íbero del Mortorum y coronar la Ferradura, uno de los montes más emblemáticos del término de Cabanes.

El punto de partida es el mismo en ambos: aproximadamente el km 4,5 de la carretera CV-146, que une el pueblo de Cabanes con la pedanía de la Ribera. Allí, hay un entrador donde poder dejar tranquilamente el vehículo.

 

  • Tossal del Mortorum: poblado y túmulo.

Junto a la misma carretera un cartel explicativo de la ruta al Mortorum nos sitúa directamente para tomar un sendero local, marcado con marcas blancas y verdes que nos llevará hacia la cumbre de la colina donde se encuentra el yacimiento.

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Tossal del Mortorum

Vamos cogiendo altura rápidamente, primero siguiendo una pista de tierra entre campos de almendros y más tarde por una senda escarpada, entre pinos.

Poco más de un kilómetro después coronamos la cima y nos encontramos el primer punto de interés: los restos del poblado íbero, que estuvo habitado aproximadamente desde el 1950 y el 550,ambos, antes de nuestra era.

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Poblado íbero

Aunque de pequeñas dimensiones, mantiene una buena conservación de los diferentes espacios: calles, viviendas, muralla…y sobre todo podemos disfrutar de su magnifica y estratégica situación, dominando un amplio panorama de la plana litoral que abarca los municipios actuales de Torreblanca, Oropesa y la Ribera de Cabanes.

Muy probablemente en esta costa los habitantes de este poblado entraron el contacto con mercaderes fenicios para intercambiar diversos bienes.

Una vez, explorado el poblado podemos seguir por un estrecho sendero señalizado hasta el segundo punto arqueológico importante: el túmulo funerario. Se trata de una construcción típica de otros lugares pero infrecuente en la provincia de Castellón. Fue descubierto en fechas recientes, pero a pesar de su antiguo expolio todavía se encontraron restos de varios individuos.

 

Las vistas panorámicas, pero sobre todo la soledad del lugar y huellas del pasado hacen de éste un lugar con una magia especial.

(Si queréis más información del yacimiento podéis consultar esta página web:

http://www.castellonarqueologico.es/yacimientos/la-plana-i/tossal-de-mortorum/ )

 

  • Ferradura.

Para completar la visita al Tossal del Mortorum, se puede realizar una ruta circular de poco más de un par de horas hasta las inmediaciones del monte de la Ferradura.

Partiendo desde el mismo lugar de la ruta anterior, seguiremos la pista que nos interna entre pinares en el barranco de la Font del Campello. Veinte minutos más tarde, llegaremos a la masía del Campello donde podemos contemplar los restos de una mina abandonada, explotada en su momento para la extracción de mineral de galena, y que se encontraba ubicada en una cueva natural que conserva un curioso recorrido interior.

 

Allí mismo encontramos una encrucijada de caminos que nos permitirá realizar un recorrido circular para explorar la Ferradura.

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Cogemos el camino de la derecha que enseguida va cogiendo altura entre matorrales. Se trata de un sendero bastante particular en el que continuamente aflora la roca, con lo que, aunque empinada, la subida se hace con seguridad.

En poco más de media hora divisamos el Mas de la Ferradura y dejamos el sendero para dirigirnos a esta serie de construcciones abandonadas.

 

Desde allí los más osados pueden intentar llegar hasta el vértice geodésico de la cima de la Ferradura, aunque no hay una senda muy definida y el trayecto se hace bastante duro campo a través. Los que lo consigan podrán sentirse satisfechos con unas maravillosas vistas de 360º que abarcan el interior de la provincia de Castellón, las montañas del Desert de les Palmes y la costa del Prat de Cabanes.

De vuelta al Mas de la Ferradura podemos retornar por una pista de tierra que serpenteando entre pinares va perdiendo altura, internándose en los primeros campos de cultivo y desembocando en el cruce que dejamos antes, junto al Mas del Campello, completando así la ruta circular.

En resumen, una enriquecedora ruta por la montaña llena de buenos estímulos, para realizar tranquilamente una mañana. Animaos.

¡Hasta pronto!

 

 

 

Rincones cántabros

Entre el mar y la montaña, desde acantilados que quitan el hipo a montañas nevadas, de pueblos medievales a palacios modernistas, de las sabrosas anchoas a los esponjosos sobaos. Así es Cantabria: una tierra de contrastes llenos de autenticidad y belleza.

Aquí recogemos unos cuantos rincones muy especiales y que van más allá de los más afamados como Comillas, Santillana del Mar o Santander:

  • Acantilado y molino de El Bolao. En el municipio de Toñanes, siguiendo unas pistas de tierra entre verdes pastos, llegamos a la costa salvaje, donde las gaviotas y los cormoranes son los reyes. Frente a nosotros, unos majestuosos acantilados de más de cien metros se intentan mantener firmes ante el mar bravío. Abajo, en la desembocadura de un pequeño riachuelo las ruinas de lo que fue un molino abandonado en el tiempo. Al fondo los Picos de Europa nevados. No puede haber una postal más evocadora. ¿Es éste el banco más bello del mundo?.
  • Alrededores de Reinosa. Allí donde Castilla se acerca a las montañas, aparece la industrial Reinosa. En sus alrededores podemos encontrar muchos tesoros para quien quiera perderse por carreteras secundarias: una ingente concentración de iglesias románicas, entre las que destaca la colegiata de Cervatos (cumbre de la escultura en capiteles y canecillos. Ay, esos motivos eróticos sobre el pecado de la lujuria…), prados donde pastan los caballos en semilibertad, la ciudad romana de Juliobriga sobre el embalse del Ebro, los menhires de Valdeolea…

 

  • Reserva Saja-Besaya. Hay que dejar el nacimiento del Ebro en Fontibre y encaminarse hacia el Norte, a las montañas; superar el puerto de la Palombera y dejarse llevar por el rumor de los riachuelos que nos introducen en la Reserva de Saja-Besaya, entre frondosos bosques de robles y castaños. Allí quedan pueblos llenos de autenticidad, que han mantenido su arquitectura popular, ya sea en casonas blasonadas o en humildes cuadras; donde persisten los balcones corridos de madera llenos de plantas y las tradiciones se mantienen intactas por cada esquina. Hay que deambular entre calles de piedra por Carmona, famoso por sus abarcas,  o por Bárcena Mayor, junto al río Argoza,  donde se puede comer un cocido montañés, en Venta la Franca, que recordarás toda la vida.

 

  • Collados de Asón. Hay muchos caminos para dirigirse a la montaña oriental desde la costa, pero aquel que parte desde la bella localidad de Liérganes (casas de piedra, puente medieval sobre el río Miera), continua ascendiendo por las curvas del puerto de Alisas (bosques y vistas panorámicas al mar y a Santander) y acaba internándose en el parque natural de los collados de Asón es muy especial. Esta comarca montañosa alejada de las zonas más turísticas, conserva lugares donde la naturaleza y la mano del hombre se entrelazan. Hay que ponerse las botas de montaña y descubrir el nacimiento del río Asón, en forma de impetuosa cascada y dominar el vértigo en el mirador volado del Río Gándara, o internarse en las profundidades de la tierra desde alguna de sus numerosas cuevas visitables. Para comer el Restaurante Ronquillo, en Ramales de la Victoria, es una opción acertada y moderna, al igual que para hospedarse La Posada Aire de Ruega, en Mentera, ofrece en medio de la montaña comodidad y un desayuno copioso con unas vistas incomparables. Más al Sur queda el Portillo de la Sía, la entrada a las Merindades burgalesas, pero ésa ya es otra historia…

 

¡Hasta pronto!

 

 

Las hoces del Duratón

Al dejar la carretera comarcal, a la altura del pueblo de Vilaseca y tomar la pista polvorienta y blanca, que nos interna en soledad, en la solemnidad e inmensidad del paisaje castellano, difícilmente podemos pensar que unos pocos kilómetros después, la meseta se va a romper de forma caprichosa por el discurrir de un río. Pero así sucede.

Estamos en el corazón de la provincia de Segovia y a punto de descubrir el Parque Natural de las Hoces del río Duratón.

El río Duratón tras nacer en la sierra de Ayllón ha creado un fastuoso ejemplo de erosión fluvial y plegamientos de materiales calcáreos que durante 25 kilómetros, entre la monumental Sepúlveda, río arriba,  y el embalse de Burgomillodo, rompe de manera dramática con la monotonía castellana, a través de un profundo cañón.

Un lugar muy recomendable para realizar una excursión en cualquier época del año. A pie, en bicicleta o por el propio río en piragua.

 Al interés y belleza del paisaje hay que añadir la gran riqueza arqueológica e histórica que encierra en su interior esta garganta.

La zona siempre fue refugio de eremitas y, allá, donde las paredes verticales llegan a los cien metros de altura, sobre un promontorio rocoso que domina un vasto panorama, se ubica  de forma sobrecogedora la ermita románica de San Frutos, lugar de retiro de monjes benedictinos desde el S.XI hasta el XIX.

Es posible acceder a San frutos desde la pista que mencionábamos al principio, dejando el coche en un aparcamiento habilitado y continuando aproximadamente un kilometro a pie, por un sendero señalizado que brinda vistas maravillosas.

 

Un último elemento confiere a este paraje un hálito especial: en los altos farallones rocosos anida una de las colonias de buitres leonados más importante del país. Con una envergadura cercana a los 2,5 m, resulta muy sencillo contemplarlos a decenas, en toda su majestuosidad como una extensión más del paisaje, mientras planean en busca de corrientes térmicas.

Admirando el plácido vuelo de un buitre desde el cortado, con el río fluyendo abajo,  majestuoso y casi irreal, devorando pacientemente la piedra caliza…es fácil evocar los versos de Machado donde el poeta se emocionaba con el corazón de Castilla:

«Oscuros encinares,


ariscos pedregales, calvas sierras,


caminos blancos y álamos del río,


(…)
 hoy siento por vosotros en el fondo


del corazón, tristeza,

tristeza que es amor.

 

¡Hasta pronto!

 

Una delicia cinematográfica

Lumière! L’aventure commence (2016), es el título de un maravilloso documental sobre los inicios del cine, producido por el cineasta Bertrand Tavernier y dirigido por Thierry Frémaux, que hace además de guía y narrador.

La película nos lleva de la mano de manera hipnótica por 104 de las más de 1000 filmaciones que durante diez años (1895-1905) realizaron los hermanos Lumière con su recién inventado cinematógrafo.

Es sorprendente la riqueza de cada una de estas filmaciones de 50 segundos, en plano fijo, encuadrando siempre de forma magistral la acción a pesar de no existir visor, con una profundidad de campo admirable, y que suponen un testimonio notorio del espíritu de una época.

No cabe ninguna duda que los Lumiére fueron mucho más que inventores: fueron  cineastas que comenzaron a crear el lenguaje cinematográfico que hoy todos conocemos a fuerza de imaginación: los primeros travelling, sencillos montajes, primeros planos para enfatizar la narración, una puesta escena cuidada…soluciones estéticas que reconocemos en obras maestras del cine muy posteriores.

Gracias a la inquietud de los hermanos Lumière, que enviaron operarios por todo el mundo, las películas nos llevan por lugares lejanos para aquel final del siglo XIX: desde las pirámides de Egipto a Nueva York, desde Biarritz a Vietnam, de Berlín a Jerusalén…siguiendo la vida cotidiana de las gentes, sus costumbres y tradiciones, la risa y los juegos; todo trufado de un lirismo y una inocencia que acaba por encandilarnos.

Además, el narrador Thierry Frémaux, con su voz acaramelada, nos guía para descubrir los secretos de cada película y fijarnos en los detalles, con sus comentarios ilustrados e inteligentes.

En la retina quedan la familia de acróbatas y los militares franceses bailando, los niños tirándose al mar desde el pantalán o jugando a las canicas en un descampado, los travelling por el Sena o el Gran Canal de Venecia, las clases bajas trabajando en las fábricas o el colonialismo en Asia…en definitiva, pequeñas explosiones de vida a 24 fotogramas por segundo.

 

 

 

Toda una maravilla. Un acontecimiento que nadie que le apasione el cine, o la vida, puede perderse…

¡Hasta pronto!

Un restaurante en la Naturaleza

La Serra del Espadà es último suspiro montañoso del Sistema Ibérico antes de llegar al mar. Separa las cuencas del Río Mijares y el Palancia, escondiendo multitud de lugares de interés: profundos barrancos donde perviven bosques de alcornoques centenarios, pueblos de casas encaladas y trazado medieval que recuerdan su pasado morisco, restos históricos como castros íberos o trincheras de la guerra civil…en definitiva, lugares maravillosos para disfrutar de naturaleza y el ambiente rural.

Uno de los últimos estímulos para visitar esta zona es el complejo Mar de Fulles. Bajo este sugerente nombre yace un proyecto de ecoturismo, formado por un hotel y un restaurante,  que persigue retos de autosuficiencia energética y búsqueda de la armonía con la naturaleza que lo rodea.

Sorprende la calidad y potencial del restaurante, a un nivel al que pocos de la provincia pueden llegar. La filosofía de trabajo reivindica el producto de proximidad y ecológico: las verduras son de su propia huerta, los pescados de las lonjas cercanas, el pan de cereales ecológicos y de masa madre; el AOVE, de variedad serrana, de almazaras de los pueblos de la sierra…

El resultado son platos vistosos, llenos de armonía y de sabor. Recetas sencillas pero con grandes dosis de imaginación y técnica. Trabajan únicamente con dos menús: estacional (4 platos) y degustación (7 platos) que rotan constantemente en función de las estaciones o la disponibilidad de algún producto, con lo que cada visita encierra nuevas sorpresas.

La interesante carta de vinos tiene también inclinación por vinos ecológicos y valencianos, pocos frecuentes y que permiten probar nuevos sabores.

El comedor, con la cocina a la vista,  es amplio y acogedor. Impera el diseño minimalista, en tonos blancos y neutros, y posee unas maravillosas vistas de las montañas colindantes a través de sus amplios ventanales.

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No se usan manteles, pero las mesas de madera maciza transmiten prestancia. La cubertería, la vajilla y una cuidada cristalería (marca stölzle) demuestran un cuidado máximo por los detalles, en la línea de trabajo buscada. El servicio es cercano y agradable.

 

Como complemento a la comida, vale la pena darse un tranquilo paseo por un camino marcado junto a Mar de Fulles. Es un sencillo recorrido de menos de media hora, que permite descubrir alcornoques centenarios y otras especies botánicas junto a un pintoresco barranco.

 

Ya sólo falta que os deis un homenaje y vayáis a disfrutar de este gran restaurante, situado en un enclave inmejorable. Seguro que disfrutáis.

¡Hasta pronto!

 

Un castillo templario para ti solo

Nos gusta salir al monte y descubrir el paisaje de forma pausada y detenida, disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor y sentir el paso de las estaciones. Si, además, como en esta ocasión, lo unimos a la pasión por la historia la propuesta nos resulta ciertamente imbatible.

Al igual que hicimos en la excursión al castillo de Miravet Ruinas en la naturaleza: Miravet, vamos a conjugar un recorrido por pistas y sendas con la visita a un castillo imponente: el de Alcalá de Xivert. Un castillo que suele pasar desapercibido y es poco visitado, lo que es una pena porque encierra un patrimonio de primer nivel.

Erigido sobre una atalaya de la Serra d’Irta que domina el corredor de Alcalá, normalmente no pasa de ser una visión fugaz al pasar por la autopista AP-7: unas ruinas,  torres y murallas solitarias, que se recortan sobre los pinares que las rodean y el cielo azul.

Para descubrir sus atractivos, proponemos una sencilla ruta circular de poco menos de 10 km, que parte del pueblo de Alcalá de Xivert, junto al bar Manel, situado en la N-340 (un buen sitio para aprovisionarnos de bocadillos para el camino. Los de aquí valen la pena). De allí parte un sendero de pequeño recorrido (PR-CV432) señalizado con marcas blancas y amarillas, como es menester; fácil de seguir, no muy exigente e ideal para una jornada matinal o vespertina, pues tiene una duración aproximada de unas 3 horas escasas.

Una vez dejado el coche, siguiendo las indicaciones de la ruta, nos dirigimos en dirección este por una pista asfaltada, divisando en el horizonte la Serra d’Irta y el Castillo de Xivert. En poco más de quinientos metros alcanzamos la autopista AP-7, que superamos por un paso subterráneo, que nos sitúa en el otro lado. Punto éste donde comienza verdaderamente el recorrido circular. Varias paletas informativas indican los dos posibles sentidos de la ruta. Nos decantamos por el de la derecha, el que nos llevará al castillo por el camino del assegador.

En su  primera parte cruzamos típicos campos de cultivo de almendros, naranjos y olivos. Poco después en las primeras estribaciones de la sierra, alcanzamos la Creu del Francés, monumento de piedra, de aproximadamente un metro y medio de altura, erigido en conmemoración de un natural de Xivert, muerto en la Guerra de la Independencia, durante la invasión napoleónica. En la cruz, podemos leer, grabada, la siguiente inscripción: “En este sitio fue muerto por los franceses Antonio Cherta en 17 de agosto del año 1810. En paz descanse”.

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Desde la cruz, la ruta gira hacia el noreste y asciende por un estrecho sendero, con moderada pendiente, atravesando un tupido pinar, que nos sitúa en el cordal de la sierra.

Llegado a un punto, la senda se ensancha siguiendo el trazado de un antiguo cortafuegos invadido actualmente por la vegetación. Seguimos avanzando sin salirnos del cordal de la sierra y nos situamos en las inmediaciones del castillo, donde localizamos la Bassa Corralissa, construcción utilizada antiguamente para el almacenamiento de agua.

Finalmente, llegamos a nuestro objetivo, apareciendo el  imponente castillo. Lo primero que llama la atención es el gran tamaño del mismo, pues se trataba de un baluarte muy importante estratégicamente.

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Se distinguen tres partes que se pueden visitar libremente (por mucho menos, ¡cuánto se cobra en otros lugares por la visita!): los restos de la alcazaba musulmana, el arrabal o aljama morisca y las construcciones templarias, que nos hablan de las diversas épocas de ocupación.

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Aunque es posible que existiera un primigenio poblado íbero, los restos más antiguos que encontramos son los de la alcazaba musulmana erigida en el siglo XI. Del poderoso recinto con varios órdenes de murallas y que incluía un poblado, diversos aljibes y una mezquita, nos ha llegado especialmente un lienzo de muralla, en perfecto estado, que incluye una inscripción árabe cuya traducción entre otras podía ser: el que concede la victoria es Dios (al-fatih Allah). Se trata de una hermosísima muestra de arte caligráfico kufico.

La mayor parte de las construcciones que se conservan en la actualidad, pertenecen a la ocupación cristiana a partir del S.XIII. Tras la conquista de Valencia, el rey Jaume I recompensó en 1233, a la orden templaria por su ayuda con, entre otros lugares, la Tenencia de Xivert.
Los templarios reaprovecharon la disposición general del castillo musulmán, modificando los espacios internos, adaptándolos a las necesidades del Temple. Se construyeron nuevas dependencias: un nuevo aljibe,  una capilla que mantiene sus arcos góticos, el patio de armas y, sobretodo, las dos torres gemelas y el lienzo de muralla que las une construidas sobre poderosos sillares.

 

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El último espacio visitable es el arrabal morisco. Tras la conquista cristiana la población musulmana comenzó a vivir extramuros, conformándose el asentamiento de montaña que podemos contemplar en la actualidad.  Aquí, el espacio edificable se consigue mediante el aterrazamiento de la pendiente de la ladera, vertebrándose mediante una calle principal de la que surgen pequeños callejones. Dicha organización de las casas es lo que se denomina aljama.

Tras permanecer un buen rato en el castillo, recorriendo e inspeccionado sus dependencias y disfrutando de las espectaculares vistas que nos ofrece; iniciamos el regreso descendiendo por una pintoresca senda, que se adentra en un pequeño pinar situado al norte, bajo la fortaleza, y que progresivamente gira hacia el oeste. Se trata, debido a su orientación, de un bosque muy húmedo donde podemos encontrar fácilmente singularidades para estas latitudes como helechos y musgo.

Continuando la senda desembocamos en un camino que nos conduce, nuevamente entre campos de naranjos, a la autopista y siguiendo en paralelo la misma, al punto donde se completa la ruta circular. Desde aquí volvemos al coche por la pista asfaltada con la que comenzaba la excursión.

En resumen, una ruta sencilla y enriquecedora en muchos aspectos. No os la podéis perder, animaros.

¡Hasta pronto!